DISCURSO SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA Y LA PRECARIEDAD
I. FELICIDAD Y TIEMPO DE VIDA
La felicidad humana se basa en la calidad del tiempo vivido, en la acumulación de experiencias vitales que construyan una personalidad plena, al tiempo que generen sentido a través de nuestros actos.
El sentido es la continuidad coherente entre pasado, presente y futuro.
Entendemos que una vida tiene sentido cuando se construye a sí misma, poseyendo acto y pensamiento, en una relación orgánica y consciente de lo que le rodea. Por contra, entendemos que una vida carece de sentido cuando se pierde esta continuidad, esta coherencia que a modo de hilo une presente, pasado y futuro.
La felicidad está en la unidad en el tiempo de la vida, es propiedad de seres coherentes, responsables de sus actos y actores dentro de una comunidad donde se integran como individuos reconocidos. La infelicidad es lo contrario, la desposesión del tiempo vital, convirtiendo la vida en una sucesión de actos separados, incapaces de generar personalidad y de integrar al individuo dentro de una comunidad humana.
Esta separación de la vida humana de su capacidad para generar sentido puede darse por diferentes causas:
a) DEFICIENTE EDUCACIÓN EMOCIONAL
Una educación emocional insuficiente conlleva la toma de malas decisiones. Se acumulan entonces acciones inconexas, que no producen sentido, generando confusión en el individuo e imposibilitando la capacidad de construir una vida plena.
b) LA DESPOSESIÓN DEL TIEMPO DE VIDA
Al desposeer el sistema económico a los individuos de una parte importante de su tiempo de vida, sacrificando parte del tiempo vital en la obtención de un salario con el que satisfacer necesidades básicas (alimento, medicinas, ropa, vivienda…), se cortocircuita la posibilidad de construir situaciones relacionales plenas, con otros seres y consigo mismo.
c) FALTA DE PERSPECTIVAS
El desarrollo de un orden social dirigido por clases poseedoras y mantenido por clases desposeídas suprime la igualdad de oportunidades. Los recursos disponibles pasan al control de minorías, lo cual tiene importantes consecuencias para la mayoría de individuos. Mermados los recursos disponibles, por la privatización del territorio y de los medios de producción, se genera en el individuo la idea de que sus actos son inútiles, y de que su trabajo está imposibilitado para trasformar el estado de cosas en que se encuentra. Es cierto, que la dominación de los deseos a través de la difusión de imágenes mediáticas distorsiona esta percepción, pero en su interior todo individuo siente (en mayor o menor medida) el vacío que produce la pérdida de sentido de la realidad.
*Los tres factores que merman la capacidad humana para crear sentido están interconectados, y se alimentan mutuamente.
II. LA PRECARIEDAD Y EL DISCURSO DEMOCRÁTICO
La precariedad de la vida cotidiana es la imposibilidad para crear sentido
El discurso democrático es fundamental para sostener la precarización de la vida
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Fotograma de ‘La Felicidad‘ de Aleksandr Medvedkin |
La vida precaria genera individuos autómatas, guiados por el control de sus deseos a través del tiempo de ocio dirigido, e inmersos en el reino de la necesidad al verse obligados a trabajar bajo la forma del trabajo asalariado.
Estos «hombres y mujeres máquinas», privados de un sentido propio para sus vidas, dedican su tiempo a actividades económicas de las que apenas disfrutan los frutos, repiten ideas provenientes de los medios y se ven abocados a relaciones emocionales tóxicas al impedir su estilo de vida el reconocimiento sosegado del ‘otro’ y de sí mismo. En este estado de cosas, se puede decir que «consumen sus vidas sin haberlas vivido».
La precariedad y el discurso democrático empujan cada vez más a la humanidad a un desfiladero. Es la imposibilidad de crear sentido lo que está consumiendo al mundo natural y a nosotros mismos.
Es así como se consume inútilmente el mundo natural, por seres humanos que no son reponsables de sus actos. Despojados del territorio sólo pueden usarlo al servicio de intereses económicos que les son ajenos, despojados de la plena autonomía de sus cuerpos no pueden ejercer el autocontrol reproductivo que necesitarían, ect. Se puede decir que los seres humanos, en las condiciones actuales, son más ‘recursos a explotar’ que seres dotados de voluntad propia.
Afirmo que la precariedad genera seres que ‘no’ son responsables de sus actos, en el sentido de que son obligados por la necesidad, o, a través de la fantasmagoría mediática se les separa de la comprehensión orgánica del medio que habitan. La precariedad elimina gran parte de la capacidad individual y de la capacidad colectiva. Por muy consciente que alguien sea de que su trabajo o su consumo genera consecuencias negativas para el entorno, el precio de esa consciencia, para la mayoría de la población, es la miseria. Esta es la razón por la cual la más de las veces los discursos de concienciación no sirven. No sirven, porque ‘tener consciencia’ sólo le es útil a quien es dueño del sentido de su existencia, en raras ocasiones es útil para individuos desposeidos, necesitados de un salario y obligados a renunciar a sus capacidades. Esta es la razón por la cual históricamente son raras las revueltas de esclavos, y esta es la razón por la que en una democracia virtual las revueltas no se fraguan, en la realidad somos mucho menos libres de lo que estamos dispuestos a admitir.
la precariedad genera seres que ‘no’ son responsables de sus actos
Ante este estado de cosas, planteo el abandono del paradigma democrático, y su sustitución por el paradigma del sentido.
Con respecto a la lucha transformadora, dentro del paradigma democrático los individuos se ven en la paradoja de tener que renunciar a aún más tiempo de vida cotidiana para organizarse y luchar contra el sistema de la precariedad, por lo que sus vidas, cuando luchan, se precarizan aún más.
Si bien la necesidad de crear comunidades y organizarse es primordial, esta organización debiera hacerse para engrandecer el tiempo de vida, para el reconocimiento de los otros y para el disfrute del trabajo conjunto. Las formas de lucha burocráticas o violentas consumen inútilmente a los individuos, y alimentan el mundo de la precariedad.
Frente a esto, propongo la creación de comunidades centradas en el disfrute de sí mismas, cuyo fin principal sea la subversión de la precariedad, engendrando medios para engrandecer la vida cotidiana. Generar personas dueñas de sus vidas, con capacidad para desarrollar un sentido para sí mismas, debe ser el objetivo revolucionario, con el fin de sustituir a los autómatas y restaurar la unidad orgánica entre la especie humana y el mundo natural (que habrá de ser reconstruido).
El trabajo futuro será la reconstrucción de un mundo devastado, consecuencia de la era de la precariedad. No obstante, en esta tesitura la especie humana se juega su propia supervivencia, continuar en piloto automático podría suponer su colapso. Es por ello esencial focalizar que el problema es la precariedad, no la ausencia de empleos que a fin de cuentas perpetúan el mundo de la precariedad, no el acceso a viviendas que a fin de cuentas perpetúan las formas alienadas de comunidad, y así un largo etcétera.
Habrá de situarse ‘la vida por encima de todas las cosas’ si queremos volver a evocar el pasado, abrir el presente y participar en la construcción de un futuro ilusionante.